Carta para las mujeres de la última generación
Yo también soy la última, la última vasija kasher que quedó intacta en el Beit HaMikdash
Los griegos hicieron desastres en nuestra casa, la Casa de Di-os.
Pisotearon Su Santidad sin límites, y mis hermanas fueron arrojadas y degradadas entre los escombros sin compasión...
Todo estaba oscuro, yo quedé caída y atrapada entre los restos, ya ni siquiera temía por mí, me desesperaba esa oscuridad que parecía infinita, y esa pregunta que golpeaba mi corazón ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me has dejado viva? ¿Por qué tengo que ser testigo de este horror?
Silencio...Di-os no me respondía... El frío comenzaba a endurecerme, y busqué, busqué entre todos mis recuerdos, algo, un calor al cual aferrarme... Entonces llegó a mi mente, como un relámpago, esa luminosidad, la santidad del Cohen Gadol que nos había sellado...
Entonces pensé: Di-s es todo. También está aquí, conmigo, dentro mío...
Di-os! Por favor! Dime qué esperas de mí, por qué me has dejado viva entre los escombros! Qué puedo hacer yo sola, en esta negrura!!!
Kavé el HaShem! Confía en HaShem! Latía mi corazón de oliva pura.
Fortalece tu corazón y confía en HaShem! Pues no hay Roca como nuestro Di-os! Kavé el HaShem!
Mis lágrimas de aceite suplicaron, Di-s! Ya es tiempo! Ya es tiempo Di-os! Recuérdanos!
De golpe, se abrieron las puertas, una luz intensa bañó todo el lugar. Escuché voces hebreas que llenaban todo el espacio, voces de lamento y de espanto, al descubrir los restos de las vasijas profanadas...
Pero de pronto, alguien me descubrió, me alzó de entre las sombras y todas las voces se unieron en un grito de victoria, de amor, de alabanza!
Me sostuvieron como a una delicada joya, bailaron y cantaron y festejaron mi existencia pura...
Pero, un momento después sus rostros se nublaron, murmuraban algo sobre ocho días, decían algo de un solo día, algo que los preocupaba, que oscurecía la alegría...
Entonces en ese instante Di-os me confió Su respuesta...
“Tu puedes...” Me dijo...
YO PUEDO! Les grité, yo puedo arder los ocho días! Yo puedo, Di-os me va a usar a mi, para un milagro!
Di-os me eligió a mi para Su Milagro!
Entonces ellos me encendieron, y yo saqué de dentro de mi corazón, toda la luz que HaShem había guardado en mí para este momento, toda la luz que yo misma no conocía, toda la luz acumulada dentro de mi, toda la potencia de generaciones y generaciones de aceites puros... Y brillé con todas mis fuerzas, iluminé con toda mi esencia hasta el último de los rincones obtusos del universo, y fui Su estandarte.
Fui la señal eterna, para que toda alma de nuestro pueblo supiera, que dentro de cada una de nosotras, habita la luz, la luz de un milagro de Di-os.
Jánuca Sameaj
Patriicia Dvorah
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