Torah para Vivir

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3 jun 2013

Cuento de Ficción: "La Novia de..."



BS”D


La novia de...

Ernesto: Te escucho Alicia...
Alicia: OK. Vas a grabarlo?
Ernesto: Sí, esa es la condición, firmaste. Pero si no queres...
Alicia: No, está bien. Pero por favor no me escraches, aunque hoy mismo me vuelvo a Miami, prefiero que mi cara no salga en cámara...
Ernesto: Sí, está bien, en eso quedamos. Ok. Empecemos. Qué tenes de interesante para contar?
Alicia: Mirá, hace un par de años conocí a Alberto...
Ernesto: Mmmmmhhhhh
Alicia: Llegó a instalarse en el edificio donde yo vivo. Me llamó la atención porque tenía un parche en uno de los ojos, una venda sobre la nariz y toda la cara parecía como recién operada, estaba hinchada, con algunos moretones... Me entendés?
Ernesto: Perfectamente...
Alicia: Un día le pregunté a uno de los empleados del edificio, “Qué le pasó a este tipo?” Y el empleado me respondió: “Escuché que tuvo un accidente muy embromado, se tuvo que hacer la cara de vuelta!” “Ah, pobre” Dije yo, y creí que terminaba el asunto... Pero resulta que dos o tres días más tarde subimos juntos en el ascensor... Él me sonrió y me dijo “Buenos días”, bueno en realidad me dijo “Good Morning” y yo al reconocer su acento argentino le respondí, “Buenos días para Ud. también” entonces él se rió y desde ese día comenzamos a saludarnos cada vez que nos veíamos...
Ernesto: Ok. Pero no me vas a contar una novela de amor cierto?
Alicia: No Ernesto, te puedo llamar así?
Ernesto: Sí, claro...
Alicia: Ok. No, si bien parecía una histoia de amor, por lo menos para mí, ésto es algo que creo que te va a interesar no sólo a vos, también a toda la gente que te sigue...
Ernesto: Ok, continuá entonces...
Alicia: Bueno, de a poco su cara se deshinchó, y la rehabilitación se puede decir que fue un éxito absoluto, porque quedó muy guapo... Un día me invitó a tomar algo, y yo acepté feliz. Mirá, aunque parezca de cuarenta y esté muy buena, modestia aparte, tengo cerca de cincuenta y me sentí ilusionada de poder tener una relación, como te puedo decir, estable, no sé... Así que salimos y nos contamos un poco de dónde veníamos y que nos había traido a vivir a Miami...
Ernesto: Entonces...
Alicia: Ahí voy. Él me dijo que en Argentina, era un empresario muy muy exitoso, y no lo dudé porque se veía que tenía mucha guita y que no escatimaba en darse gustos muy costosos. Me contó que por cuestiones impositivas, había puesto gran parte de sus propiedades a nombre de su esposa... Resulta que el matrimonio, bueno, como todos los matrimonios, estaba en crisis y cada uno tenía sus historias por ahí. La cuestión es que la mina, fue empezando a hacerse cargo de algunos manejos financieros. Y Alberto empezó a sospechar que había alguien detrás de ella que la estaba asesorando para sacarlo a él, a Alberto, del camino...
Ernesto: Bueno, aunque se está poniendo un poco más interesante, no veo ninguna utilidad para mi investigación...
Alicia: Esperá, esperá. Entonces Alberto me dice que en un momento temió por su vida, había tufo a algo pesado detras de su esposa. Estaba muy estresado y había comenzado con ataques de pánico y no sabía qué hacer. Finalmente tuvo un episodio cardíaco, y mientras se recuperaba en la clínica, tomó la decisión de separarse y separar los bienes... No me mires así, te digo que es pertinente y te va a interesar.
Ernesto: Ok ok.
Alicia: Así que prepara los papeles de divorcio y habla con su mujer, la loca lo quería matar, así que se trenzaron mal, gritos, objetos voladores, etc. Esa noche no durmieron... Al amanecer, Alberto le propuso: “Mirá flaca, te dejo todo, T O D O, entendés? Sólo me quedo con las cuentas de Panamá” Ella tomó un arma que tenía en el cajón de su mesita de luz y le dijo: “Ahora mismo, vas a firmar todo a mi nombre” La tipa llama por celular al abogado de ella y le dice “Listo, vení ya!” Y el tipo, el abogado, se aparece a los cinco minutos!!! OK. Te la hago corta, Alberto firma todo a punta de pistola toma su pasaporte, una valija con documentos varios, algo de ropa y algo de plata en efectivo y “vuela” de ahí.
Se va a Ezeiza y vuela a Panamá en el primer vuelo de la mañana...
En Panamá logra acceder a sus cuentas abre otras, transfiere y decide comenzar una nueva vida...
Ernesto: Y el “accidente”?
Alicia: A los pocos días de estar en Panamá un auto lo atropella, se despierta en el hospital con toda la cara vendada y golpes por todo el cuerpo. La gente del hospital le dicen que está indocumentado, que llegó allí “limpio”, el que lo atropelló huyó y se ve que se llevó todo lo que Alberto tenía en los bolsillos, guantera del auto, etc...
Ernesto: Buena gente...
Alicia: Mmmm sí... Así que en cuanto le dan de alta decide irse de allí, de Panamá, hace sus papeles, pero con una nueva identidad... y así llega a Miami...
Ernesto: Y allí comienza vuestra historia de amor...
Alicia: No te pongas cínico, Ernesto, ésto es lo que él me cuenta, y yo, que no tenía por qué sospechar, le creo.
Ernesto: Ok. Seguí... Entonces...
Alicia: Todo estaba bien, yo le conté de mi divorcio en buenos términos, y nuestra división de bienes, positivo para ambos, en fin. Estábamos allí en “cero” para comenzar una vida nueva. Alberto tenía algunas actitudes extrañas, pero... en fin, totalmente justificadas. Por ejemplo? No se quería sacar fotos, de ninguna manera, hasta se ponía violento si yo insistía, no tenía facebook, ni twitter, ni nada de eso. Siempre estábamos solos, casi no salíamos con mis amigos, pero bueno, yo le entendía, además era encantador, salvo en esos momentos, cuando alguien hablaba sobre política, se ponía furioso, así que bueno, yo no tocaba ese tema, y mis amigos, bueno, nos veíamos muy esporádicamente, pero también evitaban el tema...
Ernesto: Alicia, mirá, es muy interesante pero
Alicia: Escuchá Ernesto, hace unos meses se puso super nervioso, dejamos de vernos los domingos por la noche, me dijo que quería tiempo para él solo... Ok. Teníamos el resto de la semana para estar juntos, no sospeché de otra mujer porque, bueno, él es un hombre grande, pintón, pero grande, y nos llevábamos muy bien, no sé si me entendes...
Ernesto: Perfectamente.
Alicia: Pasaban las semanas y cada vez se ponía más tenso, estaba como paranoico. Hasta pensé en consultar con un psiquiatra amigo... Pero no hizo falta...
Ernesto: Qué pasó?
Alicia: La semana pasaba, estábamos cenando con unos amigos en un restaurante. Éramos dos parejas, Las mujeres nos sentamos una al lado de la otra y teníamos la entrada del restaurante frente a nosotras, y los hombres se sentaron de espaldas a la entrada...
Ernesto: Me estoy poniendo nervioso...
Alicia: Esperá, es importante ahora vas a ver... A nuestras espaldas, de nosotras, las mujeres, había una mesa enorme de un grupo de jóvenes ruidosos que festejaban un reencuentro de no se qué. Había tanto ruido que casi no escuchábamos lo que hablábamos... De golpe entran unos jóvenes y gritan el nombre de uno de los muchachos estos que estaban en aquella mesa. En ese momento Alberto se pone blanco, se toma el pecho y se desploma. Enseguida llamamos a la unidad de urgencias, lo reanimaron y se lo llevaron a una clínica cercana. A media noche, estábamos mis amigos y yo consternados en la sala de espera aguardando el informe médico.
Aparentemente no había sido nada grave, una descompensación sin mayores consecuencias, pero de todas formas, tenía que estar en observación hasta la mañana del día siguiente. Me permitieron entrar unos segundos. Alberto me sonrió y me pidió disculpas por el mal rato. Yo le sonreí, le dije que lo amaba, que todo estaba bien... Que mañana lo vendría a buscar. Y Alberto me dijo, esperá que yo te llame, para que no tengas que esperar aquí, en cuanto me avisan que me dan de alta, te llamo y venis Ok? “Sí, claro, cuidate, te quiero, hasta mañana” Fueron las últimas palabras que nos dijimos...
Ernesto: Qué pasó?
Alicia: Desde las ocho de la mañana estaba lista para que apenas me llamara, lo fuera a buscar. Pero Alberto no me llamó, no me llamó ni a las nueve, ni a las diez, ni a las once, así que lo llamé al celular y me dio directamente el contestador, volví a intentar y no hubo caso, pensé en irme a buscarlo directamente, pero cuando tomé las llaves del auto, se me ocurrió llamar al hospital y casi me caigo sentada, cuando me informan que el paciente Alberto Rodriguez había sido dado de alta a las ocho y media de la mañana. Eran las doce del medio día y no lo podía ubicar en ningún lado. Se había esfumado. De golpe suena mi teléfono celular, es Carlos que, con Liliana, la pareja de amigos que estaba con nosotros la noche anterior, querían saber cómo había amanecido Alberto. Entonces me pongo a llorar, y ellos piensan lo peor, pero les digo que no sé qué pasó con él, salió del hospital a la mañana temprano, no me llamó y su teléfono no responde, no está en su departamento, desapareció! “Wow” me dice mi amigo Carlos, “Qué extraño” Sí, sí!” Le respondo... “Nosotros siempre sospechamos de este supuesto “Alberto”... “Qué!!” Pregunté entre aturdida e indignada, “Qué supuesto?” “Bueno, toda esa historia, de su vida, de su huída de la Argentina, su cirugía total en la cara, alguna vez le viste alguna otra lesión en otra parte del cuerpo, a causa del accidente?” “No, pero, qué tiene que ver?” Entonces Carlos me hizo la pregunta que me hizo rebobinar toda la historia con Alberto...
Ernesto: Ahora sí que estoy intrigado.
Alicia: Te dije! Carlos me preguntó “Vos sabes qué gritaron los muchachos que acababan de entrar al restaurante, justo antes de que Alberto se pusiera lívido?” Y yo le dije “No! Cómo me voy a acordar de semejante estupidez!” y Carlos me respondió: “Era un encuentro de amigos, de viejos amigos que no se encontraban hacía años...” Y yo le dije “Sí, eso parecía, y qué hay con eso?” Entonces Carlos me dice, sentate nena y escuchá “Algunos, se gritaban los nombres ya desde la entrada, como cuando alguien reconoce a a un amigo a la distancia...” Y yo seguía sin entender, “Sí, Carlos! Andá al grano!” La voz de Carlos en el celular sonó como relator de película barata “Los tipos que entraron en ese momento previo a que tu supuesto “Alberto” se desmayara, gritaron un nombre”... “Bueno” Dije yo, ya harta de tanta vuelta “Qué nombre?” Y Carlos me espetó “Los muchachos gritaron N E S T O R! Y tu Alberto, se desmayó!” “Y qué tiene de especial el nombre Néstor?” Entonces Carlos, con la sutileza de un elefante me dijo: “Querida, en el último tiempo, fuiste la novia del “muerto invisible argentino”, entendes? En ese momento, me pasó toda la película en un segundo... entendés? Fui la novia del famoso “finado”, entendés ahora, por qué tenía que contártelo a vos Ernesto? O te tengo que llamar Jorge como todo el mundo?


Patriicia Dvorah Starkloff

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