Torah para Vivir
3 jun 2010
Teshuvá 3
BS”D
Y amarás a Ado-nai tu Di-s
VeAhavta et Ado-nai Eloh-eja
Cómo podemos amar a Di-s?
Cómo llegamos a amar a Di-s?
Lo primero que debemos entender, es que Di-s ha instalado un microchip en nuestro corazón y en nuestro cerebro, programado para amarLo.
Pero está en nosotros, despertar ese amor...
Di-s nos ordena y nos explica como vincularnos con Él y cómo despertar ese amor que ya está instalado en nosotros.
Nos da Mitzvot, (preceptos), que limpian canales espirituales y físicos, para que nos llegue y nos vitalice la energía Divina. Nos permite penetrar dentro de Sus pensamientos a través del estudio de Su Sagrada Toráh y nos enseña a refinar nuestro carácter animal y transformarlo en luz, y llegar “más alto que los ángeles” .
Pero cómo se despierta todo este combustible?
Cómo se despierta este amor a Él?
Dentro de los Diez Mandamientos hay uno, respetar y honrar a los padres, que genera muchas preguntas...
Qué significa?
Cuál es el alcance, la obligación?
Los padres somos los primeros encargados en recibir ese alma pura, que ha bajado del Cielo, para ayudarla a cumplir su misión.
Cuántos padres vivimos con este pensamiento consciente durante la educación de nuestros hijos?
Cuántos padres comprendemos que si existe un Mandamiento tan fuerte (respetar y honrar a los padres), es porque la responsabilidad también es enorme?
Muchos padres cometemos el grave error de creer que ese respeto u honra es un derecho adquirido y presionamos para que se cumpla con sonrisas o con llantos, después de todo, es un Precepto Divino.
Pero el Precepto es para que se cumpla sobre los padres que se hacen ellos mismo recipientes aptos para tal manifestación por parte de los hijos.
No es que los hijos podemos avergonzar o herir a los padres que no están a la altura de las circunstancias, Di-s no lo permita, pero respetar y honrar a los padres, se refiere a aquellos padres que han cumplido con la voluntad Divina en el desarrollo de su rol.
Y qué es lo que debe hacer un padre?
Un padre debe enseñar a amar.
Un padre o una madre, deben generar un vínculo de confianza con sus hijos, que éstos puedan desarrollar, empíricamente, lo que luego deberán trasladar al Todopoderoso.
Es decir, los padres deben generar en sus hijos fe, confianza.
Fe en quién me cuida, fe en que soy lo más importante para ellos, fe en que mi existencia tiene un sentido cósmico, fe en que soy valioso así, como soy ahora, y que puedo mejorar si me esfuerzo en cambiar, fe en que cada uno tiene pruebas por las que pasar y la medida de la prueba es paralela a la fuerza en potencia que tengo para pasarla, y fe en que hay un Creador, que dirige el universo y mi vida y que tiene un propósito y que debo alabarLo, agradecerLe, pedirLe y consultarLe, porque soy Suyo, Le pertenezco.
Por supuesto, que este es un trabajo cotidiano, y de mucha entrega y claridad en las responsabilidades.
Un padre que brinda a sus hijos atención a sus necesidades física solamente, debe saber que no está cumpliendo con toda su tarea.
Un padre debe darse cuenta que su hijo es un préstamo, una inversión que hace Di-s, un hijo es un acto de confianza de Di-s hacia los padres.
El padre, tiene allí frente a su bebé hambriento, frente a su pequeño con terrores nocturnos, frente a su niñita con dificultades escolares, frente su muchachito desprolijo y desordenado, frente al adolescente silencioso y hermético, frente a la joven hipersensible, un campo que se le ha otorgado del Cielo para cultivar, para cuidar, para regar, y volver a sacar la maleza...
El padre debe enseñar con el ejemplo a desplegar las alas, debe acompañar los primeros vuelos, debe escuchar sin bostezar y abrazar sin decir: “listo, a otra cosa, tengo mucho para hacer”.
Todos queremos un padre o una madre así, sabios, dulces, que nos comprendan, que nos ayuden, que nos tengan paciencia, que nos consuelen... Di-s es así, y nuestra tarea como padres, es acercarnos y acercar a nuestros hijos a esperar todo eso de Él.
Amar...
Si los hijos confían en el amor de sus padres, luego podrán trasladar esa confianza en el Padre de todos nosotros.
Los padres somos Sus emisarios, no es que estemos listos, que sepamos cómo se hace, sino que el Todopoderoso nos da la opción de aprender con estos hijos que son Suyos y que son los que nos corresponden para realizar nuestra misión.
Justo me tocó un hijo sensible! Justo a mí que me gusta decir las cosas como son, como yo las veo, sin mantos de ninguna piedad!
Justo a mi me tocó una hija sabelotoda, justo a mi que soy tan insegura con todo lo que tengo que hacer...
Nuestros hijos no nos “tocaron” en un número de lotería. Di-s decidió, que era bueno para ambas almas, la del hijo y la del (los) padre, trabajar juntos en esta vida.
Por qué?
Él tiene Sus razones, pero digamos que ambas almas tiene cosas para arreglar y corregir, y Di-s nos da la oportunidad, así de cerquita, en casa.
Para dar amor a nuestro hijos y a través de ese amor, generar los fundamentos para que puedan servir a Di-s con todo el corazón, debemos ser, nosotros mismos, hijos dichosos y fieles...
Percibimos el amor de Di-s en nuestras propias vidas?
Abrimos nuestros corazones para expresar agradecimiento al Creador?
O es pura mecánica? Puro trámite domesticado?
Ser padres, es trabajar a dos puntas, miras a tus hijos, tratas de ver lo bueno, resaltas lo bueno, se lo haces saber, lo abrazas, físicamente, lo abrazas emocionalmente, le ayudas a que marque el número de Di-s que atiende las 24 hs. Le enseñas a hablar con Di-s, lo comunicas, le indicas el verdadero camino.
Y cuando ves cosas que no te gustan, sobre ese colchón cariñoso que has armado, a través de juegos, historias, mimos, y atención, entonces puedes caerte con él y llorar, decir “no”, proponer enmiendas y marcar los límites.
Pero el trabajo básico, cuando vemos cosas que nos fastidian de nuestros hijos, debemos mirar hacia nosotros mismos, hacia nuestro propio refinamiento.
El Baal Shem Tov enseñó que si uno ve algo desagradable en otra persona, es Di-s diciéndonos, esto mismo, esto que te desagrada, (tal vez en otra escala, en otras circunstancias, con otros vínculos), esto mismo que te disgusta, es lo que tienes que corregir tú. Glup.
Así que antes de salir a gritarle a nuestros hijos y/o a mirarlos despectivamente, deberemos saber que lo que vemos allí, es un espejo sobredimensionado de lo que “nosotros”, los padres, debemos corregir.
Puedes probarlo, antes de decirle a tu hijo la próxima vez que no interrumpa cuando tu hablas, fíjate y corrige tus propias interrupciones. Verás “milagros”.
No hay recetas y es un trabajo difícil y sin interrupción, pero si nos entregamos a los designios Divinos, se vuelve una tarea amorosa y fascinante.
Y entonces, sí el Precepto de respetar y honrar a los padres, se vuelve una recompensa.
Entonces sí, si logramos traer frente al Todopoderoso a nuestros propios hijos; vestidos con alegre autoestima, confiados en que Di-s desea lo mejor para ellos y para el mundo, deseosos de hacer el bien y cumplir Sus Mandatos, entonces, Di-s nos corona con Respeto y con Honra y nos regala la sonrisa Suya y de nuestros descendientes, para toda la Eternidad.
Amén que se cumpla en cada uno de nosotros.
Patriicia (Dvorah)
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