Torah para Vivir
29 may 2010
Capacitación
BS”D
Leilui nishmat de Shimon Ben Biniumin haLevi (Shímele)
Para la elevación del alma de Shímele
Si pudiéramos comprender que en primera instancia, somos un alma envuelta en un cuerpo (con sus fuerzas sustentadoras), en un tiempo y en un entorno...
Si pudiéramos vivir con esta realidad y no, como habitualmente nos pensamos, como si fuéramos un cuerpo y una personalidad, que dentro de éste vive un alma; entonces podríamos alcanzar la felicidad.
Por orden Divina, nuestra alma parte desde la Paz del Cielo, hacia este mundo material, para cumplir una misión.
Aquel que envía un mensajero a cumplir una misión, debe proveerle las herramientas que cubran sus necesidades afín de que el objetivo sea cumplido.
Di-s le provee a cada alma, un cuerpo, que, munido de cualidades generales y particulares, un entorno, y un tiempo para alcanzar el objetivo.
El alma entonces, sufre el desarraigo de la cercanía revelada de Di-s, y confinada al cuerpo y sus apetencias, baja a este mundo material para cumplir una tarea.
Si en lugar de identificarnos con el cuerpo y sus deseos (que son las ropas de trabajo), nos identificáramos con quienes somos de verdad, si nos identificáramos con nuestras almas; podríamos aprovechar la estadía en este mundo, como lo que es, un lugar para trabajar, un lugar para capacitar al alma para luego, se le acredite retornar a un cielo más elevado del que abandonó.
Si pudiéramos apiadarnos del sufrimiento de nuestra alma, que sí sabe lo que es bueno y lo que no, lo que se debe hacer y lo que no, etc., dejaríamos de correr tras ilusiones de cartón pintado y nos dedicaríamos de lleno a la tarea que se nos ha encomendado.
Este mundo, esta vida, pasaría a ser de 80 o 120 años de capacitación, y luego volveríamos a “casa”. Sabríamos que volver a casa es todo lo que deseamos. Y, finalizada la capacitación, no habría dolor, sino ansias por quitarnos las “ropas de trabajo” y retornaríamos con Di-s en paz, después de haber concluido nuestra tarea.
Es muy fácil escribir sobre ello, pero muy difícil vivir con esto, pues toda nuestra realidad no hace más que cegar nuestro verdadero origen.
En el mejor de los casos nos apegamos emocionalmente a nuestros compañeros de ruta (padres, esposos, hijos, alumnos, amigos, etc.), sintiendo que ellos son nuestra vida; y, en el peor de los casos, nos tentamos con chucherías y urgencias, cayendo cotidianamente en una persecución estéril de adquisiciones terrenales, (juventud, dinero, honores, status, fama, etc.); éstas últimas, adquisiciones de frágil sustancia y poca duración.
Por eso es muy bueno acostumbrarse un ratito todos los días, a hablar con Quien nos envió a este exilio, es fundamental tener un diálogo fluido con Di-s para que nos revele, sin máscaras y a cada instante, nuestra misión.
Con este diálogo comprenderemos finalmente, que todos volvemos, todos volveremos con Él, a Su Casa, a Su Verdad revelada. Allí, nos volveremos a encontrar con las almas de quienes se fueron antes que nosotros...
Con este “hablar con Di-s”, también aprenderemos que nadie viene con un contrato sellado, que si bien tenemos un tiempo determinado y una tarea para llevarlo a cabo, depende de nuestro libre albedrío el “cómo transitarlo”.
Sabremos que así como nuestro cuerpo necesita de alimentos que lo mantengan “vivo”, nuestra alma también necesita alimentos en el lapso que está contenida en nuestro cuerpo, en este mundo.
El alimento de nuestras almas es el estudio de la Torah y fundamentalmente el cumplimiento de las Mitzvot (Preceptos).
Sin alma, no hay vida, si amamos nuestra vida terrenal, lo mínimo que deberíamos hacer, tan solo para continuar viviendo, es estudiar Torah y cumplir Mitzvot. Disfrutaríamos de este mundo en una medida plena, pues sabríamos que todo lo que nos sucede es Di-s hablándonos, comunicándonos algo. Seríamos “vitales” hasta el último de nuestros momentos, pues estaríamos cumpliendo con la tarea para la cual fuimos creados.
Aprenderíamos a amar a nuestros seres queridos sin tropiezos, ni manipulaciones, ni cuentas, y aprovecharíamos todo el tiempo para hacer actos de bondad verdaderos y no de ostentación. Nos alejaríamos de todo aquello que nos daña gratuitamente, en aras de estar enteros a la hora de cumplir nuestro papel. Pediríamos perdón y sonreiríamos con ternura. Miraríamos el cielo con más frecuencia y disfrutaríamos de ese y otros paisajes que Di-s nos ha pintado para nuestra estancia.
Toda la oscuridad que nos rodea se volvería luz y sabríamos que hemos aportado una chispa importante a la Luz eterna de la Revelación Divina.
Entonces empezaríamos a entender por qué nuestros sabios de bendita memoria, nos enseñan que los Tzadikim (Justos), aunque se hayan ido de este mundo, están vivos.
Pues, porque el alma es eterna; y alguien que vive su vida terrenal, identificado con su alma, su desaparición física, es tan sólo un “quitarse una vestimenta de tela y vestir su traje de luz”.
Inspirado en el Tania del Rebe Shniur Zalman de Liadí y en Da et Atzmeja del escritor de Lebabí Mishkan Evné (Israel)
Patriicia (Dvorah)
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